jueves, 14 de febrero de 2013

Sin adiós

Se fue sin poderme darme su adiós, sólo sentí un murmullo que no pude descifrar, algo quizo decirme, pero no pudo.

Esperó que llegara desde el mar donde en ese tiempo yo estudiaba, para irse y ya nunca más volver, así se fue, sin despedida, sin llanto conmigo, sin dolor, lentamente en mis brazos quedó dormida y nunca más despertó, suavemente su cuerpo abandonó.

Tal vez en mis brazos murió, tal vez eso es lo que quería, se fue tranquila, sin dolor, calladamente, en medio de la noche dormida.

Fuiste mi mamita querida, así te llamé algún día, reemplazaste el cariño que no recibí, y así te quise y aún te quiero.

Y tú, mamá, también te fuiste, sin irte, sin despedirte, sólo te alejaste de la realidad para empezar a vivir en tu propio mundo, veo como envejeces, y no se dónde andarás, que nuevos sueños vivirás y al momento olvidarás.

También te fuiste en un murmullo inaudible, mientras tu voz resuena como antes, ya no estás en este presente, el tiempo lo cambiaste.

El olvido fue tu mejor remedio, para dejar atrás lo que a nadie gusta y que a ti te acompaña desde el segundo mismo en que empezó esta tu segunda vida.

 No hay adiós. Las mujeres de mi vida sólo se alejan, sin palabras, sin dolor. No hay nada que decir, sólo partir.